La Soledad de Nuestra Señora. Viernes Santo en Pobladura de Aliste.



Virgen de la Soledad Pobladura de Aliste
Se hace la noche. Y en el silencio del crepúsculo, el resonar de los zapatos que acompañan a la Soledad de Nuestra Señora, tan solo guiados en lo oscuro por la luz de las velas que la arropan junto al miserere en latín mezclado con versos en castellano de la Procesión de la Soledad.
Es en esta noche de Viernes Santo, cuando la tristeza vuelve los ojos a esa Madre solitaria que se queda desamparada, sin el único hijo. Aquel que acompañó en sus pasos al calvario y lo amparó en la muerte, entre los cantos de Miserere, las Siete Palabras y Las Llagas, representados en la tarde de Viernes Santo con la procesión de La Carrera.
Es en esta noche en la que los habitantes de Pobladura de Aliste, tienden su arropo a la Madre de Madres, y la acompañan por el pueblo, esta vez sola, entre un luto de mantos y toquillas para las mujeres y de capas pardas para los hombres.
Le acompañan con una vela o farol en la mano, iluminando así su camino y dando ese sentido de luto y dolor que comparten con ella, de la que se puede observar su silueta entre el tumulto y la oscuridad de la noche.
Entre los versos de Miserere en latín, se oyen una melodía rasgada y triste, que parece que quien la canta pierde el aire al hacerlo, y que a su vez llora cantando, unos versos propios para la ocasión que hacen sentir el momento de luto.
Estos son algunos de los muchos que pueden oírse:

Triste en la Soledad
quedó la flor de piedad.
Sin el Dios de sus amores
cómo esas marchitas flores,
que agotan la sequedad.

Una tempestad rugía,
y el huracán rebramando.
Su trágica sinfonía
que a lo lejos se perdía
con ronca voz protestando.

Cristo en la cruz expiraba
tras del oprobio y desdén.
Su madre gimiendo estaba,
y del rumbo se alejaba
huyendo a Jerusalén.

Finalizando la procesión, frente a todos, colocando a Nuestra Madre de la Soledad en medio del altar, se canta la Salve Dolorosa, en la que se puede oír:

Dios te salve, Dolorosa,
reina y madre, virgen pura.
Por nuestras ingratitudes,
afligida y triste angustia.

Ruega por nosotros Virgen
Por tu soledad y angustia
Pues por nosotros padeces
Pobre triste sola y viuda.
[…]

Se oye una salve que inunda la Iglesia, y en la que todos los asistentes participan a pleno pulmón, en la que parecen brindar todo su aliento a esa Madre que está en su tristeza y soledad.
Entre rezos y poemas, finaliza el acto con este verso:

Pues quedáis sola María
Muerto el hijo en la pasión.
Si quiera por compasión,
Hagámosle compañía.

Poco a poco la gente va saliendo en silencio y respeto, y a penas se les oye al volver a casa. Probablemente sea porque entre todos los actos, queridos y sentidos por los habitantes del pueblo, este es el que más cariño te da. El que mejor recuerdas siempre, y el que te deja todo ese afecto y calor que has querido dar a Nuestra Madre.

No es nada más, que uno de los actos en los que recordamos hacerlos junto a nuestros abuelos, a nuestros padres, hijos, nietos… y es esa ternura la que seguimos sintiendo, estemos lejos o cerca de ellos, porque ese momento, revivido cada año, hace recordar el amor con el que lo hicimos siempre, y el día que no estemos, así otros lo recuerden.

¡Oh Soberana Señora!
Por tu amarga despedida.
Sed vos nuestra intercesora,
porque al partir de esta vida
Gocemos la eterna gloria.


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